El Paso Honroso de Suero de Quiñones es un hecho histórico contrastado, y da fe de ello la crónica de Pero Rodríguez de Lena, notario real que asistió personalmente a un acontecimiento singular. Don Suero de Quiñones solicitó permiso al Rey para celebrar el torneo, con el que pretendía librarse de la argolla que llevaba colgada al cuello todos los jueves en señal de amor hacia su dama, Doña Leonor de Tovar. Desde la Corona todo fueron facilidades, e incluso se convocó a participar a los mejores caballeros del Reino.
…é como yo vassallo é natural vuestro sea en prisión de una señora de gran tiempo acá, en señal de lo qual todos los jueves traygo a mi cuello este fierro…, he concertado mi rescate, el qual es trescientas lanzas rompidas por el asta con fierros de Milan, de mí e destos Caballeros…
Don Suero de Quiñones y nueve caballeros más, amigos suyos, defendieron durante un mes el puente de Hospital de Órbigo frente a cualquier caballero que quisiera cruzarlo. El puente fue testigo de hasta 700 combates en los que participaron caballeros llegados desde todos los rincones de la Península, de Alemania de Francia o de Portugal. Las crónicas hablan de un único fallecido, un caballero catalán que recibió un lanzazo en un ojo; al parecer la Iglesia prohibió que fuera enterrado en lugar sagrado.
…la sancta Iglesia non tiene por fijos à los que mueren en tales exercicios: porque non se pueden facer sin pecado mortal.

El hecho fue cantado durante años por trovadores, juglares y poetas, y lo inmortalizó Miguel de Cervantes al referirse a él en el Quijote con las siguientes palabras:
…digan que fueron burla las justas de Suero de Quiñones, del Paso; las empresas de mosén Luis de Falces contra don Gonzalo de Guzmán, caballero castellano, con otras muchas hazañas hechas por caballeros cristianos, destos y de los reinos estranjeros, tan auténticas y verdaderas, que torno a decir que el que las negase carecería de toda razón y buen discurso.
Curiosamente Don Suero de Quiñones falleció en 1456 o en 1458 en combate con Gutierre Quijada, al que Don Quijote se refiere en distintos momentos como antepasado suyo. Resulta curioso que Miguel de Cervantes inmortalizara en su obra a un personaje al que un supuesto antepasado del protagonista habría dado muerte.
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